
18-Marzo-2009
Número 20 - Año I - Agosto-2008
Por Juan Pablo Meneses
Sexo, familia y mercado
Javiera Parra. En un país con dos mujeres como precandidatas presidenciales, la nieta de Violeta Parra es la única rockera verdaderamente activa. JAVIERA PARRA me mira a los ojos y pregunta: “¿Qué queda de un sueño erótico si de repente me despierto y te has ido?”. Me congelo y no le digo nada. En realidad, ninguno de los doscientos santiaguinos que estamos en su concierto le respondemos. “Siento el vacío de ti... Me desespero, como si el amor doliera...”, sigue ella, cantando. “Maldita primavera” es un viejo éxito del cancionero romántico latinoamericano que la nieta de Violeta Parra ha adoptado como propio. Javiera, que me mira desde el escenario, igual que a todos, en ese viejo espejismo de los conciertos donde uno cree que la figura estelar por fin se ha fijado en tu figura mínima, abraza el micrófono con las dos manos mientras bambolea las caderas como una odalisca amateur. Javiera, única mujer en una banda de hombres, conoce el negocio. Al día siguiente me recibe en su casa. Vive en un segundo piso decorado con mucho reciclaje y que huele a incienso. Sabe, antes de comenzar la entrevista, que tarde o temprano hablaremos de su familia, de los Parra. Por eso ella misma se lanza a la carga y define al clan Parra como una “aristocracia de la gente sabia” que se ha ido perdiendo en un Chile que hoy mezcla el éxito económico y los escándalos de pedofilia con una naturalidad que parece desidia. Para los despistados que no lo sepan, Javiera es nieta de la famosa Violeta Parra, y sobrina nieta del poeta Nicanor Parra, y del músico Roberto Parra: tres hermanos de padres pobres y de provincia que hoy son hitos de la cultura latinoamericana. Además es hija de Ángel y sobrina de Isabel, artistas menores comparados con su madre, pero artistas al fin en una familia donde el menos artista lleva musas hasta en los zapatos. A tanto llega el tema de los Parra en Chile que, aunque no son de la misma familia, se da la casualidad de que también son “Parras” los fundadores de Los Jaivas, aquel grupo cuya música, fusión de folklore andino y rock sinfónico, recorrió el mundo. Y esto sigue: Javiera es hermana de Ángel, que tiene el grupo de jazz Ángel Parra Trío y que fuera guitarrista de Los Tres, banda legendaria del rock chileno de los 90. Y finalmente Javiera misma, que lleva diez años con su banda Javiera y Los Imposibles, con quienes acaba de lanzar El poder del mar, el primer disco tras AM, que fue una selección de covers de canciones románticas de radio AM y que ella interpretó con toda la onda de una artista cool. Ah, porque a diferencia de su abuela, Javiera es pop y moderna y ultraconectada. O dicho de otra manera, Javiera es una suerte de Violeta 6.2.
—Ha sido bueno lo del último disco, El poder del mar. Ahora en agosto nuestro nuevo disco aparece en México, pero aunque es un gran mercado no tenemos ganas de irnos a vivir a allá. Muchos otros lo intentaron. La Ley, que les fue bien, y Los Tres, a los que no les resultó. Creo que es muy mala cueva haber nacido al final del planeta, pero a mí me gusta vivir en Chile. Ahora, estratégicamente es malo. Es súper caro para nosotros movernos a cualquier parte. Javiera usa mucho la palabra “mercado”. Demasiado, tal vez, para una rockera que sueña con vivir en la ruta. Aunque si se compara con el resto de los chilenos, no suena a exceso: si alguien hiciera una encuesta en toda Latinoamérica, de lejos, de muy lejos, Chile sería el país donde la palabra “mercado” tiene el uso más frecuente en la región. Entonces le digo que, al parecer, en la vida no todo es “asunto mercado”, y ella, sin sonrojarse, dice que lo de conquistar otros países es también una necesidad de ampliar el público que tiene uno. Dice que eso es muy interesante. Dice que cuando editan el disco de uno en otro país, uno tiene la posibilidad de reinventarse. Porque no hay estigma, nadie sabe de ti. “En otros países ser nieta de Violeta Parra no es taaaaan importante, por ejemplo. No hay tantos prejuicios con eso.”
Cuesta creerlo, pero Javiera insiste en que todavía son fuertes los prejuicios hacia Violeta Parra. En el Chile de hoy, a casi quince años del fin de la dictadura militar, en pleno tercer gobierno de la Concertación, con torturadores en la cárcel, con Pinochet acusado en más de cien juicios y ahora apuntado por su enriquecimiento ilícito, con la ley de divorcio aprobada, con curas y empresarios arrestados por abuso de menores, con jueces involucrados en redes gay, con propuestas de legalizar la marihuana, con tetas en la televisión abierta, con candidatos de derecha defendiendo la democracia, con todo eso que era impensado hace unos años, en este país que suele nombrarse como el “nuevo Chile”, Javiera sigue sintiéndose discriminada por ser Parra. Pero no es una queja simple. No es un reclamo al aire. Es una acusación con nombre y apellido: Ahí cachái que este país sigue cagado.
EN UN PAÍS con dos mujeres como precandidatas presidenciales, Javiera es la única rockera verdaderamente activa. En un país donde las pocas empresarias y ejecutivas top aparecen en suplementos femeninos haciendo causa política de sus en-cumbrados cargos de poder, Javiera está sola en la pista de los escenarios. Dice que el tema es simple: “La vida de una rockera es bastante incompatible con la vida de ser mujer. O sea tener hijos y al mismo tiempo viajar”. Agrega, mientras sorbe hogare-ñamente su taza de café sin azúcar, que de todas formas la posibilidad está abierta y si pasa, pasa. Pero, en seguida, subiendo los hombros, adoptando esa actitud de “tómalo o déjalo”, cuenta que los últimos tres años han sido de mucho viajar y mucha promoción, y que sin hijos todo eso se hace mucho más fácil. “Es bien difícil ser mujer y estar en la ruta. Y es difícil de seguir también, para una pareja, ponte tú. Es mucho más fácil si eres hombre. Te podís ir seis meses y después ves cómo te las arreglas. En cambio, siendo madre es imposible. No podís irte seis meses.” JAVIERA PARRA no fuma, no tiene novio y no ve televisión. Odia levantarse temprano y odia a Shakira. Dice que sus amigos son su familia y que está ahorrando para la casa propia. Cuando habla se apasiona fácil, igual que en el escenario. Su música suele ser un pop bastante blando que, sin embargo, surte efecto con su voz afilada y segura y unos arreglos que les dan fuerza y amargura a melodías generalmente dulzonas. A veces, sus palabras van acompañadas o de golpes a la mesa o de suaves movimientos para arreglarse el pelo: mezcla perfecta de una mujer acostumbrada a rodearse de hombres que, sin embargo, sabe sacarle partido a su cuota de feminidad. Mientras hablamos siento que con su simpleza y decisión me está seduciendo. Y que lo hace sin que los dos nos demos cuenta. No me atrevo a decirle que es una seductora, pero ella está segura de que yo sé de su fama.
Hace unos años, todo Chile se enteró de aquel perfil de Javiera. El tema estalló cuando el argentino Enrique Symns escribió la biografía del grupo chileno Los Tres. En aquel libro, Symns chismeaba que Javiera se involucró con tres de los cuatro integrantes (el cuarto era su hermano Ángel). De pronto, la nieta de Violeta Parra saltaba a las páginas de la prensa de chismes. En esa época Javiera no quiso hablar: Hoy su vida es diferente. Más tranquila, dice, mientras va de un lado a otro de su casa, donde hay sillones de colores, cerros de discos y una repisa con pocos libros. Cuenta que en su nuevo disco las letras cambiaron de temas como el amor y el desamor a cosas más directas, más críticas, más ácidas: “Está, por ejemplo, el tema ‘Cómprame', basado en esa huevá de los reality-shows y de los cabros chicos queriendo ser famosos a costa de cualquier huevá. Cachái que el leit motiv de mi generación no era ser famoso. Mis amigos músicos no tenían como meta ser famosos. Si uno llegaba a ser famoso porque le iba bien en lo que hacía, la raja. Ahora los huevones quieren ser famosos y después ven qué chucha hacen. Pero no saben qué van a hacer”. —Sí, claro. En el fondo, la gente es muy huevona —le digo. —Bueno, es que ésa es mi crítica, pos huevón. La letra dice: “Entre vender y no vender, me debato entre el placer de ponerle precio a mi canto o televisar mi llanto". Y después dice: “Yo no vengo a vender, me vengo a regalar. Tomas ahora mi voz, o te echas a volar". Y al poquito rato nos despedimos. Me voy de su casa donde paga 150 mil pesos mensuales, y afuera casi es de noche. En el cielo hay muchas estrellas, pero ninguna es estrella de rock. 6
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