
16-Marzo-2009
Número 20 - Año I - Agosto-2008
Por Juan Pablo Meneses
La película de Alberto Fuguet
Alberto Fuguet. En su mejor momento, el ícono más odiado de la nueva narrativa latinoamericana cuenta a quién desprecia y de quién se esconde. -BETO ORTIZ, un conocido periodista peruano, anduvo persiguiéndote por Miami para entrevistarte y descubrió que en el hotel te registrabas con otro nombre. Ahora Fuguet no está en Miami, sino en Buenos Aires. Fuguet, el talentoso escritor, el ícono de la nueva narrativa latinoamericana, el mismo al que muchos acusan de ser un invento publicitario que debe su fama a una polémica absurda con García Márquez a partir de la publicación de la antología McOndo. Fuguet, el perseguido por algunos periodistas latinoamericanos, el que lleva veinte semanas en la lista de los libros más vendidos con Las películas de mi vida, una novela que salió primero en inglés y que lo tuvo de gira rockera por Estados Unidos. El mismo de la famosa portada de Newsweek. El que muchos admiran y muchos otros detestan en Chile, aunque los dos bandos se aprobleman a la hora de defender sus posturas. Fuguet anda de paso en Buenos Aires y me intriga saber con qué nombre se ha registrado, pero no alcanzo a preguntar, porque está en la cafetería de su hotel y me saluda apenas entro. Cierra su Mac portátil blanco. Por casualidad, el mismo que usa García Márquez, me dirá en un rato. Está de pasada en Argentina y en pocas horas más debe regresar a Santiago. Mañana tiene el casting para su primera película como director. No tiene tiempo para la entrevista, así que le digo que en dos días me voy a Chile. Entonces me invita al casting diciéndome que puede ser “choro”. Y lo dice así, sin disimular los coloquialismos chilenos, los mismos de sus libros que, pese a todo, le han dado lectores fieles en toda Latinoamérica. -¿Cuál es tu público en América Latina? -Se me ocurre que mi público en América Latina es más bien como tú. -¿Como yo? -Relativamente joven, de cuarenta para abajo. Antes mi público era como de veinte para abajo, pero ahora es más amplio. No creo que tenga un público de señoras de 55 años, aunque a veces pienso que sí lo tengo, pero que no son mi público duro. Yo creo que mi público duro ha ido creciendo conmigo, y que he ido ganando gente nueva. Ponte tú, yo creo que con este libro nuevo entró gente nueva. Mi público es como urbano, como McOndo entre comillas. Más bien, conectado. Pero uno al final no sabe bien esas cosas Por ejemplo, ¿quién te lee a ti? -No muchos... -No se sabe, puede ser gente muy light, o top, uno no sabe. Puede ser una mujer que vende empanadas en Quinteros. Siempre hay un público que yo llamo “freak”: los abogados, los ingenieros comerciales En este mismo edificio hay abogados que me han saludado en el ascensor. Mucha gente que uno cree que no leen, y te leen. Tengo azafatas, por ejemplo, que me han dicho que me leen en los aviones. Qué te quiero decir: no todos mis lectores son huevones que quieren ser escritores. -A veces se cree que los grandes escritores no buscan que los lean las azafatas, como que desprecian a esos lectores. que hacer. Esto es lo que me tocó. Hay algo de vocación. Y de maldición y de suerte. Y yo trato de ver el lado positivo. Ya me lo cuestioné y ahora trato de verle lo positivo. Y el verdadero lado positivo se reduce a dos o tres líneas. -¿Cuáles serían? -Puta... no trabajo nunca. -TÚ ME DICES que algunos me odian, pero yo no creo. Y, por último, ellos no son mi objetivo. Puede haber, pero siento que con lo que tengo ya es suficiente. -Pero esa gente que me dice que te odia no puede... -A ver, a ver, espérate. O sea, siento que hay que tener mucho cuidado y yo no debería aceptarte que me digas eso tantas veces. No me consta, dame pruebas. Y además, no sé si esos que “me odian”, realmente me odian. No los vuelvo locos, posiblemente... -Estoy exagerando un poco. -Hay gente que me cae mal, pero nunca ando escribiendo en contra de ellos, y no he publicado contra de ellos. Si ves, las últimas críticas al libro fueron todas positivas, entonces no entiendo de qué odio estamos hablando. Ahora, es cierto, yo cuando entré me fue muy mal, me destrozó la crítica de derecha y de izquierda. Todos. El casting para Se arrienda, la película de Fuguet, es en una casona del Barrio Bellavista. De entrada hay una veintena de aspirantes veinteañeros. Fuguet me sale a recibir, y me da un abrazo. En eso aparece Luciano Cruz-Coke (lo más parecido a Tom Cruise que hay en Chile: guapo, productor de cine y bajo de estatura) y me pregunta si vengo al casting, y Fuguet se ríe y dice que no, que vengo a entrevistarlo a él. Dice que dirigir es un sueño cumplido. Se lo ve feliz en el casting: “A ver, ¿cuántos años creís que podís bajar?”, le pregunta a un tipo treintón y de barba. “Sácate el gorro y párate y date una vuelta”, le dice a una chica guapa. “El casting es como hacer literatura, un poco”, comenta mientras vamos camino a una cafetería de Bellavista. El casting se ha detenido, pero ahora ahora tiene apenas media hora. La entrevista queda para mañana, en su oficina. -Esta película trata de alguien que cree que su vida es como las huevas, y después descubre que no era tan mala. Ése es como uno de los grandes temas de la película. -¿A ti te pasó eso? -Yo creo que sí. Pero se trata de ver lo positivo más que lo negativo. Que yo tengo muchos más dones, más bendiciones que maldiciones. Que tengo mucha suerte. Que soy feliz. -Los escritores que venden -hablando de chilenos, pienso en Isabel Allende o Skármeta- tienen todos una cosa común, y es que siempre dicen en las entrevistas cosas como “sí, yo soy feliz, tú puedes”. -Sí... interesante. -¿Y tú eres así? -Qué quieres que te diga, yo no ando tirando mierda por la vida, a pesar de que todos mis libros son tragedias, ¿cachái? En mis cuentos de ahora también hay de eso. -¿Estás terminando un libro? -Sí, ya está casi listo. Iban a ser diez, pero ahora creo que serán siete cuentos largos. Tengo que mandarlos en dos semanas, pero ya están casi listos. Fuguet, que por estos días termina el libro de cuentos que incluyó como parte del paquete que la editorial estadounidense le pagó muy bien al editar Las películas de mi vida, me recibe el día final en su oficina. Se trata de un pequeño despacho en un barrio caro de Santiago. La última vez que estuve en una oficina así, fue en la de un contador auditor. -Éste es un lugar como que me conmueve. Para mí este lugar es como me imagino que para un monje budista es su templo. Por eso me gustaría que el día de mañana fuera un poco más grande, con cosas corredizas, estilo japonesas. -¿Te sientes monje? -Yo me siento bastante monje. Y estoy en el lugar que a mí me gusta. Aparte de que, en términos de monje y de pecado, me di cuenta de cómo tú satisfaces el ego, digamos. Y, para mí, esto es lo que me da satisfacción No haberme quedado pegado como un espectador. Si yo tengo esos recortes pegados en la pared, hay algo de chauvinismo, pero igual es porque yo siempre leí el New York Times, o ese tipo de medios, y sentía que no cualquiera entraba en esos medios, que era gente que se la había jugado. Yo siempre he admirado a gente que lo logró, pero que lo logró a mi manera. Por eso nunca he admirado a los políticos, ¿cachái? -Cuando uno está fuera de Chile, tarde o temprano te dicen “qué bien que está Chile”. ¿Qué sientes tú en ese momento? -No es que sea orgullo, ni que me ponga la bandera, pero como que lo agradezco, porque siento que tiene que ver con todos, también. Tampoco soy la Gladys Marín, la presidenta del Partido Comunista, que les voy a contestar “no, por qué dicen eso”. Recuerda que yo soy un inmigrante en este país, entonces tengo una cosa medio tonta de ser agradecido. Y me siento parte de Chile, y siento que yo también he contribuido a esto. Te doy un ejemplo bien tonto, pero yo pago mis impuestos. Yo me cago de miedo con la municipalidad: una vez me sacaron un parte y me llegó una carta diciéndome que yo tenía una terraza que no era mía, y yo casi me cago en tres tiempos. Partí todo corriendo a la municipalidad. Ahora, si eso yo lo heredé del miedo a los milicos puede ser. Pero, sea lo que sea, yo soy alguien que también contribuyó. Y trato de cumplir. -SIENTO QUE HAY una cosa que yo llamo “basura internacional”, y que son como bolsones del primer mundo en el tercer mundo. Siento eso. -Parece que eso que llaman “cosmopolita”, como que se ha masificado un poco en América Latina -Sí, antes ocurría que la gente que era cosmopolita del tercer mundo era realmente pura élite, y era la gente más sospechosa y asquerosa, porque ésa es pura gente rica y bastante alineada, y a la larga bastante triste. Son como exiliados, siempre. Ahora existe un público más amplio, con una clase media que accede a eso. Y a esa gente yo realmente le tengo más fe, y ahí recién podremos ver los procesos importantes. Gente de provincia, por ejemplo, que puede ver el canal Sony sin dejar de vivir en la provincia, pero con la cabeza más amplia. Entre los cuadros de su oficina -lo mencionan todos quienes lo vienen a entrevistar a este despacho- destaca la portada suya en Newsweek. Ésa que aumentó su popularidad internacional y le permitió firmar un jugoso contrato en Estados Unidos, pero que en Chile lo llenó de sospechas. En Santiago, para muchos la obra de Fuguet se reduce a cuatro palabras: “fue-portada-de-Newsweek”. -El colombiano Efraim Medina Reyes también se está haciendo famoso internacionalmente al criticar a García Márquez. Parecido a lo tuyo con Newsweek. ¿Hasta qué punto García Márquez determina a los nuevos escritores latinoamericanos? O es como esos dictadores, que hay que quemarlos en público para que se te abran las puertas del primer mundo, ¿ah? -Sin duda, es una referencia. Y determina por oposición. El arte y la literatura se arman a partir de olas y movimientos y diálogos. Quizás ahora, como dices, es algo que “hay que hacer” y, si es así, es mejor pararlo cuanto antes. Pero cuando partí con McOndo, el 96, te aseguro que no fue bien visto. En todo caso, no querer ser como tus mayores no me parece mal. Otra cosa ya es entrar a descalificar o atacar. Algo que, por lo demás, nunca hice. Yo nunca he sido anti-Gabo, sino anti-imitadores de Gabo. -Es que ahora es hasta políticamente correcto atacarlo. -Parece Increíble cómo las cosas cambian de manera tan rápida. Uno ve la nueva narrativa colombiana, que está como de moda, y la llaman “literatura urbana”, y claro, al decir “urbana” están oponiéndose, de una u otra manera, a lo rural-mágico. La intelectualidad latinoamericana y los periodistas tienden a ver todo en forma divisoria, y no pueden sino armar su historia, sin pensar en el ruido o en lo negativo. Pero eso es la prensa. La realidad real es otra y ahí cada uno hace lo que quiere.
Antes de comenzar por fin la entrevista, Fuguet me trae una botella de agua y destapa para él una Coca-Cola Light. Cierra el computador y me dice: “Empecemos”. Y lo dice muy amablemente, como el perfecto manager de una estrella. 9
|
Surcos en América Latina es una publicación de Fundación Síntesis, Cruz del Sur 133, of. 703, Santiago de Chile
Teléfono/Fax: 494.7349 - E-mail: info@fundacionsintesis.cl - www.fundacionsintesis.cl