
12-Noviembre-2011
Número 13 - Año I - Julio-2006
Por Ezequiel Fernández Moores El arte del juego
El fútbol es y será siempre "the people´s game", el juego del pueblo. Y es mucho mas que la FIFA, sus negocios y el Mundial 2006. Por eso en Alemania habrá niños de diferentes países jugando al fúbtol de calle. Bento Ribeiro era un general que a comienzos del siglo XX ganó celebridad en Brasil por su defensa del servicio militar obligatorio. Fue tan famoso que a una ciudad le pusieron su nombre. Bento Ribeiro, la ciudad, está a 40 kilómetros de Rio de Janeiro. La influencia del nombre del general provocó que allí se instalara una Vila Militar, en el barrio de Realengo. Pero a Bento Ribeiro, al general, seguramente no le hubiese gustado saber que muy cerca de la Vila Militar se levantó la Vila Proletária. Y menos aún que allí vivieran músicos de izquierda, los mismos que en 1946 homenajearon a Luis Carlos Prestes, flamante senador del Partido Comunista Brasileño. La estrofa principal de “Cavaleiro da esperança”, cantada por Lira do Amor, la “escola de samba” de Bento Ribeiro, decía así: “Oh! Carlos Prestes, / foi bem merecida a cadeira do senador. / Es o cavaleiro que sonhamos, / de ti tudo esperamos.” Treinta años después, el 22 de septiembre de 1976, la Bento Ribeiro que mezclaba a militares y comunistas registró el nacimiento de su hijo más famoso: Ronaldo. Es el hombre que desde el 9 de junio buscará igualar en Alemania a su compatriota más célebre, O Rei Pelé, y coronarse tricampeón mundial de fútbol. Ronaldo, su compatriota Ronaldinho y el juvenil argentino Lionel Messi son las caras representativas del fútbol latinoamericano en el Mundial 2006. Son los íconos que sostienen la geopolítica del fútbol, ese universo que gira alrededor de un estado supranacional llamado FIFA, esa especie de Naciones Unidas pero con una diferencia: la superpotencia es Brasil, no Estados Unidos. Pero el fútbol es y será siempre “the people’s game”, el juego del pueblo, como lo llamaban los ingleses, sus creadores. Y es mucho más que la FIFA, sus negocios y el Mundial 2006. Por eso, en Alemania, además de Ronaldo, Ronaldinho y Messi, habrá niños de diferentes países jugando al fútbol de calle. Una contracara del negocio que humaniza otra vez el juego. RONALDO Luis (con “s” y no con “z” ) Nazário de Lima nació en realidad cuatro días antes, el 18 de septiembre. Pero su padre, Nélio, se demoró en ir al registro y anotó la fecha del 22 para no pagar una multa. Su nombre se debe al médico que lo hizo nacer, Ronaldo Valente. “Dadado”, como lo apodó su hermano Nélio, tardó cuatro interminables años en hablar. Era sonámbulo, le temía a la oscuridad y se hizo pis en la cama hasta los 13 años. Tuvo dificultades con las lecciones. Hablaba poco y confuso. A la escuela privada Nossa Senhora da Aparecida también iba Xuxa, la famosa animadora de TV, la “Rainha dos Baixinhos”. Burlones, los niños de la escuela le pusieron a Ronaldo el apodo de “Mónica”, una niña de historieta que tenía los dientes abiertos, pero que se destacaba por su gran aptitud física. En la burla estaba el tesoro. Porque el físico de Ronaldo ya daba señales fantásticas. Mamá Sónia sólo quería que estudiara, pero Ronaldo, mucho más seguro de su cuerpo que de su cabeza, se aferró a la pelota de fútbol. Los problemas de Ronaldo se acentuaron cuando sus padres se separaron. Lo pasaron a la escuela pública y la vida se le hizo más austera. Fuera de la cancha todo era inseguridad. Pero dentro, el mundo cambiaba. Dadado era el tímido reportero Clark Kent. Y Ronaldo, Súperman. A los 11 años su fama de futbolista excedía los límites de Bento Ribeiro. En su primer año con los mejores jugadores de fútbol-sala del lugar hizo 166 goles, cuenta el periodista Jorge Caldeira en su libro Ronaldo, gloria y drama en el fútbol globalizado. A los 13 debutó en un campeonato profesional. A los 16 en la primera división del Cruzeiro. Y a los 17, en 1993, se fue a jugar a Europa. Ganó premios, títulos y millones. La historia de Dadado no es conocida. La de Ronaldo sí. Pero el 12 de julio de 1998, sólo horas antes de la que debía ser su coronación definitiva como nuevo rey del fútbol, Ronaldo volvió a ser Dadado. “Estaba tendido en el suelo, golpeándose a sí mismo con las manos. Todo su cuerpo se golpeaba. Tenía los dientes apretados, trabados, y echaba espuma por la boca. César Sampaio y yo le desenrollamos la lengua para destaparle la garganta.” Este dramático relato sobre las convulsiones que sufrió Ronaldo horas antes de la final del Mundial de 1998 forma parte del testimonio que Edmundo, su compañero de selección, dio ante una comisión parlamentaria después de la debacle. Esa noche, así y todo, Ronaldo salió esa noche a una cancha de fútbol. Fue una sombra. Brasil perdió 3-0 ante Francia y todo se vino a pique. Hay que entenderlo. Brasil es el único país que ha jugado todos los mundiales, y el único que ganó cinco. El país de Pelé y Garrincha, de Romário y Rivaldo, de Ronaldo y Ronaldinho, tiene unos 11.000 jugadores federados, 800 clubes, más de 2.000 jugadores en el extranjero, 13.000 equipos amateurs, 30.000.000 de practicantes y 308 estadios con capacidad para cinco millones de personas. Locura por el fútbol, como llamó a su libro la socióloga estadounidense Janet Lever, tras un viaje por Brasil. Es “o país do futebol”. Y allí salir segundo en un mundial es fracaso. El escándalo tras la derrota de París en 1998 fue tal que el congreso brasileño creó no una, sino dos Comisiones Parlamentarias Investigadoras (CPI). La primera CPI trabajó nueve meses, realizó un informe de 830 páginas y pidió el procesamiento de 33 personas. La lista fue encabezada por el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), Ricardo Teixeira. Esa comisión fue llamada CPI-Nike. La poderosa firma de artículos deportivos de Estados Unidos, líder mundial en su ramo, fue señalada como la “villana” de la derrota. Se atribuyó buena parte del fracaso a las cláusulas abusivas de su millonario contrato de patrocinio con la CBF. Entre otras cosas, Nike fue acusada de no permitir que Ronaldo se perdiera aquella final ante Francia, por la sencilla razón de que Ronaldo era el hombre que Nike había elegido para suceder al astro planetario de la NBA, Michael Jordan, como figura principal de su campaña publicitaria. La CPI-Nike allanó oficinas, destrabó cuentas bancarias que eran secretas y contratos que estaban bajo siete llaves. Pero perdió la batalla final: 18 de los 25 miembros de la Comisión tenían vínculos estrechos con el fútbol -la pelota y la política conforman un sólido matrimonio en Brasil- y el informe fue rechazado. Lo retomó, sin embargo, la CPI del Senado. Trabajó 14 meses y escribió 1.600 páginas repletas de denuncias. Teixeira ocupó 536 páginas. Y fue acusado de trece cargos, desde pagar comisiones millonarias a ex socios hasta lavar dinero. Se escuchaban cosas muy duras en aquel 2001 sobre los dirigentes del fútbol de Brasil. “Hemos descubierto una verdadera colección de delitos, que muestran desorganización, anarquía, incompetencia y deshonestidad” (senador Álvaro Dias, presidente de la CPI del Senado). “Son aves de rapiña, estafadores de la cultura de nuestro pueblo, aman acumular riqueza fácil, son mezquinos, irresponsables e ilegítimos” (Eduardo Manhães, sociólogo, autor del libro Política de deporte en Brasil). Esta segunda vez no hubo lobby posible. Y la CPI del Senado aprobó por doce votos contra cero el pedido de procesamiento de 17 personas, con Teixeira en el primer puesto. Sin embargo, unos meses después todo quedó otra vez archivado. Brasil era de nuevo campeón mundial. Ganó la final del Mundial de Corea-Japón 2002. Dos-cero a Alemania, con dos goles de un Ronaldo resucitado. El inevitable carnaval tapó los delitos. El éxito renovó el poder. Y el poder dio impunidad. Algo parecido había ocurrido ya cuando la selección brasileña volvió al país después de ganar el Mundial de 1994 en Estados Unidos. La aduana retuvo al plantel en el aeropuerto porque había un exceso de 13 toneladas de equipaje. Desde un juego completo de cocina del jugador Branco hasta las choperas que Teixeira había comprado para su discoteca El Turf, de Rio de Janeiro. Teixeira advirtió que si no se liberaba el equipaje el plantel campeón no iría a la Casa de Gobierno ni desfilaría por las calles de Rio. El acuerdo fue inmediato. Aquellas CPI del 2001 quedaron entonces en “pizza”, como dicen en Brasil cuando todo termina en nada. El trabajo de una CPI apuntaló en 1992 la caída por corrupción del ex presidente Fernando Collor de Mello. Pero no pudieron con el fútbol. Y los escándalos siguieron. El último campeonato brasileño debió anular y hacer jugar otra vez once partidos después de que estalló una denuncia por árbitros corruptos. El título que habría correspondido al Internacional de Porto Alegre pasó a manos del Corinthians, uno de los clubes más populares de Brasil. Lo explota MSI, cuyo titular, Kia Joorabchian, un iraní de apenas 36 años, debió responder a serias acusaciones judiciales de lavado de dinero. Sin embargo, poderoso e impune, Teixeira es hoy más poderoso que antes. Inclusive, es ahora vicepresidente de la Comisión de Árbitros de la FIFA. Y la FIFA hará en Brasil el Mundial de 2014, el primero en Sudamérica después de Argentina 78. ¿Y Nike? También está hoy más tranquila. Estiró su contrato con la CBF hasta el año 2018. Llevó a la selección de Brasil a jugar con quince grados bajo cero a Rusia, menos de tres meses antes del Mundial del 2002, pero no hubo protestas y mucho menos CPIs. Su nuevo lema es “Joga bonito”. Todo está en paz. Brasil sueña con ganar en Alemania su sexta Copa Mundial. En la geopolítica del fútbol, dijo una vez el francés Pascal Boniface, Brasil es Estados Unidos. Hoy, Ronaldo sólo juega de a ratos en el Real Madrid, su club. Está más gordo y más viejo. Parecido a la estatua de 2,25 metros que Nike le hizo en su planta de Oregón. Disfruta de la noche, de las mujeres y de su isla de 1.200.000 dólares y 17.000 metros cuadrados de Angra dos Reis. La compró gracias a sus goles y a los contratos de patrocinio que le hicieron firmar, uno tras otro, hasta desgastarlo, sus representantes Reinaldo Pitta y Alexandre Martins. Ambos dejaron su cargo tras ser arrestados, acusados de sobornar fiscales y lavar dinero a través de la firma Gortin Promoções Ltda., que tenía justamente a Ronaldo como hombre-imagen. “Encontramos a un Fenómeno. Ahora encuentre usted a una empresa fenomenal”, decía la propaganda, con una foto de Ronaldo, siempre sonriente y con sus dientes separados. De todos modos, Ronaldo a veces vuelve a ser Ronaldo y por eso estará en Alemania para ganar su tercer mundial e igualar el mito de Pelé. Y si no se despierta, no importa. Brasil, se sabe, es una fábrica de cracks. En Alemania también estará Ronaldinho, es decir el “pequeño Ronaldo”. LE PUSIERON RONALDINHO para diferenciarlo de Ronaldo. Y en algunos lugares aún lo llaman Ronaldinho Gaúcho, porque “gaúchos” son los habitantes de Porto Alegre. Allí nació Ronaldo de Assis Moreira el 21 de marzo de 1980. Tiene dientes grandes, como Ronaldo, pero no separados, sino que le salen para afuera y brillan cada vez que se ríe. Porque Ronaldinho, crack del Barcelona de España, juega riéndose. Es menos potente pero mucho más artista que Ronaldo. Alguna influencia habrá dejado el hecho de que en su familia no sólo se amaba el fútbol, sino también el samba. Ronaldinho es la expresión del samba. También hay algo de capoeira en sus movimientos. Es la decisión del Brasil futbolístico de aceptar sus raíces africanas. El fútbol, que llegó a Sudamérica de la mano de los ingleses, era cuestión de élites en Brasil. Los negros se pasaban talco y harina por la piel para ser blancos y jugar. Es más, al principio, ni siquiera podían chocar al jugador blanco. Si lo hacían, el castigo era una patada. La habilidad del negro fue entonces hija de la necesidad. Todo volvió a complicarse cuando el arquero negro Barbosa fue culpado por el Maracanazo del ’50, cuando Brasil perdió esa final increíble con Uruguay. Pero la estupidez terminó cuando Pelé y Garrincha dieron juntos a Brasil su primera Copa, en el Mundial de Suecia de 1958. Casi la mitad de los 180 millones de brasileños descienden de inmigrantes africanos: un 5,9 por ciento de negros y un 41,4 por ciento de “mixturados”, Brasil fue el último país que abolió la esclavitud, en 1888. Llevó a sus tierras diez veces más esclavos que Estados Unidos. Hoy, en Brasil, el 65 por ciento de los negros son pobres y el 71 indigentes. Los negros analfabetos son el doble que los blancos y el salario medio del negro es casi la mitad del salario del blanco. Pero los cracks del fútbol, ídolos populares, son “negros de sangre azul”. El Pelé que salió de Tres Corações, el Garrincha de Pau Grande o el Ronaldo de Bento Ribeiro. Salieron del Brasil profundo para llegar a la Luna. Son los astronautas de Brasil. A Ronaldinho, como a Ronaldo, también lo atrapó Nike. Un notable comercial de Nike lo muestra a los ocho años cuando asombraba jugando fútbol-sala en Porto Alegre. Lo que el comercial no puede mostrar es que ese niño con una cara de felicidad eterna ya había sufrido la muerte de su padre. Papá João había advertido inmediatamente que su hijo estaba destinado a ser un fenómeno. De pequeño, lo obligaba a jugar con apenas dos toques de balón, para que fuera aprendiendo a evitar la marcación rival. Pero João murió de un infarto cuando nadaba en la piscina de la casa. Mamá Miguelina tuvo que salir a vender cosméticos a domicilio y Roberto, su hermano mayor, tomó la posta y guió a Ronaldinho a su condición de nuevo número uno del fútbol mundial. De futbolista mejor pagado del mundo: a razón de casi 78.000 dólares por día. ¿Cómo explicar su magia? “Una vez, en el Museo de Salvador Dalí, en Figueres, vi un cuadro que me impresionó mucho. Era Gala contemplando el mar. Cerré un poco los ojos y nublé mi visión, como si mirara dentro del cuadro. Hay que tener imaginación, uno tiene que poder pensar antes que los demás. Y pensé para mí que eso era lo que yo debía hacer. Mi imaginación viene de querer hacer siempre algo nuevo cada vez que tengo la pelota, como Dalí”, dijo una vez Ronaldinho. EL FÚTBOL tiene sus códigos. La FIFA, su entidad organizadora, se golpea el pecho afirmando que sus 205 miembros efectivos superan los 191 de las Naciones Unidas. Pero de esos 205 miembros efectivos, sólo 184 son en realidad países independientes. Los otros 21 son territorios no autónomos, como Anguila, Turks, Bermuda, Islas Vírgenes, Caimán (todos territorios británicos), Aruba y Antillas Holandesas (Países Bajos), Guam y Samoa (Estados Unidos) y Tahití y Nueva Caledonia (Francia), por citar sólo a los más conocidos. La FIFA cuenta además con otros 11 miembros, pero no efectivos sino en calidad de asociados, como Ciudad del Vaticano, Micronesia, Marshall y el Principado de Mónaco. Sobre 213 selecciones que juegan al fútbol en la FIFA, 29 corresponden a territorios que de ninguna manera pueden ser considerados naciones según las Naciones Unidas. ¿Por qué los acepta la FIFA? Porque en la FIFA cada miembro vale un voto. Es lo mismo Guam que Alemania, Samoa que Italia. Y su presidente, el suizo Joseph Blatter, precisa muchos votos para imponer sus decisiones. Cuando las naciones más poderosas de la Europa central amenazaron hace unos años con derrocar a Blatter de la FIFA por graves cargos de corrupción, hubo dos asambleas memorables que salvaron al presidente. En la de Buenos Aires, Blatter fue defendido a gritos por los presidentes de las federaciones de Rumania, Haití, Jamaica, Libia, México, Cuba, Perú, Sudán y Congo, en ese exacto orden. Al año siguiente, en Seúl, “Herr Blatter”, como le dicen sus críticos, fue salvado por Jamaica, Libia, Papúa Nueva Guinea, Irán, Colombia, Islas Caimán, Islas Seychelles e India. Los votos siempre mayoritarios del Tercer Mundo permitieron a Blatter arrasar en cada votación. Los abogados de Blatter, eso sí, no pudieron evitar la publicación en pleno Mundial de Alemania del libro Foul. Allí, el periodista inglés Andrew Jennings describe a la FIFA de Blatter peor que a la mafia de Don Corleone. Otro periodista británico, David Yallop, autor de otro durísimo libro sobre la FIFA (How they stole the game), contó que lo que más lo sorprendió del mundo del fútbol fue su “ley de la omertá”. Yallop, que también escribió un libro sobre la muerte misteriosa del papa Juan Pablo I, aseguró que el fútbol guarda secretos aún más inexpugnables que los del Vaticano. Si Yallop hace la cuenta, advertirá un dato interesante: desde su fundación en 1904, la FIFA ha tenido ocho presidentes; el Vaticano, nueve. Blatter, cuyas oficinas fueron allanadas en noviembre pasado por la justicia suiza, se presenta hoy como un defensor de las federaciones pobres contra los clubes europeos más poderosos del mundo. Y toda Latinoamérica está con él. Es una batalla que se libra en los tribunales, detrás de las bambalinas del Mundial de Alemania, pero cuyo resultado decidirá el futuro del fútbol. Los clubes Real Madrid, Barcelona, Bayern Munich, Juventus, Milan, Inter y Manchester United, entre otros, se unieron para decirle a la FIFA que basta, que los mundiales son un gran negocio y que no puede seguir utilizando a los jugadores de sus clubes sin pagarles nada a cambio. Reclaman ante la justicia 860 millones de euros a modo de indemnización por los jugadores cedidos a las selecciones en la última década. Para que quede claro, Ronaldo y Ronaldinho son brasileños, pero sus sueldos son pagados por el Real Madrid y el Barcelona. “La FIFA hace sus negocios con una materia prima que no le pertenece”, reflexiona el argentino Jorge Valdano, ex jugador y campeón mundial con Argentina en México 86, pero también ex director deportivo del Real Madrid. Es la vieja batalla entre el patrón y la patria, entre el circo (el negocio) y el templo (la tradición). Así es el cóctel del deporte moderno que atrapa multitudes por TV. El Mundial de Alemania tendrá una audiencia acumulada de 30.000 millones de personas. Y las naciones jugando fútbol, con sus himnos y sus banderas, representan la tradición. El gran negocio de la FIFA. Argentina, campeón en su país en 1978, con los militares en el poder, y luego en México 86, con Maradona al comando, es el otro gran favorito del fútbol latinoamericano en Alemania. Si Brasil vendió su selección a Nike, Argentina se está volcando al misterioso dinero de origen ruso. Su goleador histórico, Hernán Crespo, juega en el Chelsea inglés del magnate ruso Roman Abramovich. Su sucesor, Carlos Tévez, lo hace en el Corinthians, del grupo MSI, vinculado con dineros rusos. También su volante Luis “Lucho” González juega en el Porto de Portugal, otro club propiedad de un fondo ruso. Por si ello fuera poco, la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) vendió a una empresa rusa la comercialización de los 24 partidos amistosos que la selección juegue entre el 2007 y el 2010. La FIFA y sus federaciones (Brasil con Nike, Argentina con los rusos) saben lucrar con el juego de la tradición. ¿Y si la justicia les diera la razón a los clubes? SI RONALDO se marchó a Europa a los 17 años, Lionel Messi, la nueva gran esperanza argentina, lo hizo a los 13. Su padre, Jorge, argumentó que Newell’s Old Boys no quiso correr con los gastos de un delicado tratamiento que precisaba su hijo. “Leo” tenía 13 años y medía apenas 1,40 m. Sus hormonas de crecimiento estaban dormidas. Desde los dos o tres años la velocidad de crecimiento normal es de cuatro a seis centímetros al año. El estirón puberal, según los especialistas, se debe a la secreción de hormonas sexuales y se produce entre los 10 y los 16 años. El exceso de esta hormona, habitualmente debido a tumores, provoca gigantismo. Su déficit, enanismo. Para combatirlo se requiere un tratamiento con GH (por “growth hormone”, hormona de crecimiento) sintética. La GH sintética se ha convertido en una de las drogas más efectivas y, a su vez, peligrosas para los deportistas que quieren mejorar su rendimiento burlando los controles antidoping. Para “Leo”, formó parte de un tratamiento médico correcto. Y, según los médicos, de escasos efectos secundarios. El tratamiento era caro. Novecientos dólares mensuales. La familia de Messi dijo que ni Newell’s ni tampoco, luego, el más poderoso River Plate quisieron afrontar ese gasto. En Newell’s lo niegan. ¿Cómo iban a dejar partir tan alegremente a un niño que ya desde los cinco años comenzaba a asombrar con su extraordinaria habilidad? ¿Un niño que corría con el balón sin perderlo jamás, igual que los juegos del PlayStation, pero sin animación por computadora, sino con balones de cuero y rivales de carne y hueso? Si Leo ya había deslumbrado, con apenas cinco años, en su primer partido en el club Abanderado Grandolfi, del humilde barrio Fonavi, de Rosario “Hacía seis o siete goles por partido. ¡Era una cosa de locos! Todos los días hacía de esos goles en los que se pasaba al equipo entero. Hasta gambeteaba a sus propios compañeros. No lo podíamos parar.” Lo cuenta Salvador Ricardo Aparicio, su entrenador de entonces, un ex ferroviario de 77 años que sigue enseñándoles a los pibes en el club Grandolfi, pese a una fisura cerebral que no termina de cicatrizar y que a veces le hace perder el hilo de su relato. Don Salvador tiene videos que muestran al pequeño Leo eludiendo a cuanto rival se cruza en su camino y haciendo goles maravillosos. Uno de esos videos es utilizado hoy por una tarjeta de créditos, patrocinadora de la selección argentina, en un comercial de la TV. LOS INGLESES aprendieron el fútbol en la escuela. Los argentinos en el potrero. Faltaban a la escuela (se hacían la “rabona”) y aprendían a jugar fútbol en esos baldíos de pura libertad, sin árbitros y con postes improvisados. Además de jugar en el Grandolfi, Messi jugó “picados” (partidos informales) en el barrio La Bajada, al sur de Rosario. Tenía nueve años. Y los grandotes de 18 tampoco lo podían parar. A los 11 lo llevaron a Newell’s. Solito, recuerdan hoy sus compañeros, ganaba partidos a los grandes del fútbol argentino: Boca Juniors, San Lorenzo, Independiente. ¿Cómo permitió Newell’s que se le escapara semejante fenómeno? Su presidente, Eduardo López, dueño de diarios y radios, manejaba el juego clandestino en Rosario y hasta diciembre del 2004 llevaba 713 cheques rechazados. Fue investigado por lavado de dinero. Newell’s está en rojo, pero en diez años de gestión López vendió más de setenta jugadores, algunos a precios llamativamente irrisorios, otros en cantidades tan dispares que las partes superaban el cien por ciento. Y casi todos a través de un sinfín de empresas radicadas en paraísos fiscales. Lo cuenta el periodista Carlos del Frade en el libro La ciudad goleada. ¿Podía dejar Jorge Messi a su hijo en manos de este señor, aún hoy presidente de Newell’s y, además, secretario de Relaciones Internacionales de la Asociación de Fútbol Argentino? Jorge Messi, entonces empleado de la siderúrgica Acindar, cuenta que un día se hartó de que Newell’s le hiciera problemas por el dinero que él no podía pagar y que necesitaba para el tratamiento de su hijo. La empresa Marka, con sede en Buenos Aires, dedicada a la compra y venta de jugadores, y regenteada por Fabián Solvín y Martín Montero, llamó en agosto del 2000 a Horacio Gaggioli, socio en el Barcelona. Gaggioli se comunicó con Josep Maria Minguella, histórico intermediario de jugadores, pero también asesor del poderoso club catalán. Y Minguella pidió una prueba para Messi a Carles Rexach, ex crack y coordinador técnico del Barcelona. A Rexach le bastaron unos segundos para advertir que estaba delante de un crack en potencia, firmó un contrato ilegal en una servilleta de bar y aseguró a Jorge Messi un puesto de trabajo dentro del club: en realidad, un salario encubierto de Leo, ilegal a todas luces, pues el niño era menor de edad. Leo se aplicó inyecciones todos los días durante treinta meses. Creció 29 centímetros. Su limitación es su gran virtud. Su 1,69 m definitivo lo ayuda a mantener un equilibrio asombroso, corriendo con el balón y eludiendo a gigantes, igual que lo hacía en los potreros rosarinos de La Bajada. Leo tiene apenas un puñado de partidos en la selección argentina. Pero una cláusula de su nuevo y millonario contrato con el Barcelona cotiza su pase en 150 millones de euros. Adidas se lo quitó a Nike y le fabricó zapatos especiales. EN ALEMANIA no sólo jugarán al fútbol los dioses de los estadios. Especialmente invitados por el Comité Organizador del Mundial, irán también los niños del proyecto argentino de Defensores del Chaco. Es un proyecto como el de los colombianos de “Fútbol por la Paz”, los chilenos de “Gente Viva”, los bolivianos del “Centro Cultural San Isidro”, los peruanos de “Las Escuelas de Deporte y Vida”, los paraguayos del “Centro para el Desarrollo de las Inteligencias” y los brasileños de “Eprocad”. Los niños de Defensores del Chaco jugarán en Alemania su propia Copa Mundial. El Mundial de la calle, un festival de participación y tolerancia que se disputará en forma paralela a la Copa de la FIFA. “Será un Mundial sin reglas fijas, clubes federados, selecciones ni referí. Los jugadores pondrán las reglas diez minutos antes de que empiece el partido y serán acompañados por supervisores que intervendrán sólo en caso de que ellos no puedan resolver el conflicto. Así se quiere evitar que los jóvenes deleguen en una tercera persona, como es en la vida cotidiana el Estado, los jueces, la policía, para que diga qué es bueno y qué malo”, dice Jürgen Griesbeck, director ejecutivo de “streetfootballworld”. El Mundial Callejero reunirá del 1 al 8 de julio, en Berlín, a otros clubes de distintas partes del mundo que toman el fútbol como una herramienta de integración social, como Mazhare de Kenia, el Centro de Paz de Shimon Peres de Israel o Defensores del Chaco de Argentina. El club argentino nació en 1994, en un basural de Paso del Rey, en Moreno, en la periferia oeste de Buenos Aires. Hoy tiene canchas de fútbol, complejo polideportivo y talleres de arte para casi 1.500 niños y adolescentes de esa zona marginada. Su fútbol callejero incluye a las niñas y premia el respeto al reglamento. “No estamos en contra del fútbol profesional. De hecho, lo disfrutamos muchísimo. Pero jugamos un fútbol diferente, participativo e integrador, porque ésa es la sociedad que queremos”, dice Fabián Ferraro, uno de los directores de los talleres de la escuela Defensores del Chaco. Los niños del fútbol de calle no son Ronaldo, Ronaldinho ni Messi. Pero, como dice Ferraro, también para ellos “el fútbol es arte”. 21
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